31 de agosto de 2009

¡¡¡ATENCIÓN, ATENCIÓN, MENSAJE A LA CONGREGACION DE LOS SANTOS, EL QUE TENGA OIDOS, QUE OIGA!!! – LA IGLESIA SEGÚN LA PALABRA

¡¡¡ATENCIÓN, ATENCIÓN, MENSAJE A LA CONGREGACION DE LOS SANTOS, EL QUE TENGA OIDOS, QUE OIGA!!! – LA IGLESIA SEGÚN LA PALABRA – 01/12 – Su situación actúal y nuestra responsabilidad como creyentes en el presente estado de la misma, de ruina y confusión – J. N. Darby
LA IGLESIA SEGÚN LA PALABRA
Prefacio
Estos tratados, escritos por J. N. Darby desde 1828 hasta 1874, fueron de gran influencia y bendición para muchos creyentes durante el siglo XIX en relación con la restauración de la verdad escrituraria de la Iglesia o Asamblea tal como Dios la estableció al principio, en contraste con lo que la mano del hombre ha hecho de ella a lo largo del tiempo (compárese Hageo 2:9, que da cuenta de las diferentes condiciones de la misma casa de Dios, con 1 Corintios 3:10-13).
Por su gran fuerza demostrativa, ayudaron a los creyentes de entonces a discernir, por medio de las Escrituras, y aparte de toda tradición religiosa, los principios divinos sobre los cuales los cristianos pueden marchar juntos en feliz comunión práctica sobre la verdadera base divina de reunión: la verdad de la unidad del cuerpo de Cristo en la tierra, “guardando la unidad del Espíritu” (Efesios 4:3), en un tiempo de confusión eclesiástica cada vez mayor, y en medio de las ruinas de una cristiandad profesante, cuyo apartamiento de la verdad bíblica ha alcanzado dimensiones colosales y vertiginosas. Mediante estos escritos, sale una vez más a luz el camino trazado “desde el principio” en la Palabra de Dios (1 Juan 2:24), y por tantos siglos olvidado, para que los creyentes puedan congregarse según esta base inconmovible de la unidad de “todo el cuerpo” en la tierra (Efesios 4:16), y al solo Nombre del Señor, de conformidad con Mateo 18:20.
Ningún creyente sensato puede cuestionar la importancia vital y la pertinencia de esta enseñanza para nuestros tiempos, cuando los cambios innovadores y los variados “vientos de doctrina”, impulsados por el “dios de este siglo”, corren vertiginosamente en su intento por derribar todos los principios que Dios ha tenido a bien revelar y dejar asentados en su inquebrantable y eterna Palabra escrita, única fuente de verdad.
Necesitamos, pues, leer estos principios divinos con calma, reflexionar con oración y sobriedad acerca de las preciosas verdades presentadas por este siervo de Cristo, don para la Iglesia, no a la luz de lo que vemos alrededor de nosotros en la cristiandad, sino dejando que la penetrante luz de las Escrituras revele a cada corazón y a cada conciencia el estado de ruina y de confusión que presenta la Iglesia hoy en cuanto a su testimonio visible. Solamente si permitimos que esta luz de las Escrituras alumbre nuestro entendimiento para discernir el modelo divinamente establecido de la Iglesia, seremos capaces de ver la ruina en que ha quedado sumida la Iglesia por la infiel intromisión del hombre, y de tomar conciencia de nuestra responsabilidad presente en cuanto a la senda que debemos seguir, “las sendas antiguas”, donde está el buen camino, y andar por él en obediencia, para hallar seguramente descanso para nuestras almas (Jeremías 6:16), a fin de que Dios sea glorificado por todos sus santos aquí abajo, mientras aguardamos el retorno de su amado Hijo de los cielos (1 Tesalonicenses 1:10).
Buenos Aires, julio de 2005
Flavio H. Arrué

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