Devocional Septiembre 26 de 2009
Nuestra comunicación silenciosa
Santiago 2.14-18
El Señor nos llama a compartir su verdad con otros, pero a menudo nuestras acciones y actitudes contradicen del todo las palabras que salen de nuestros labios. Ésta es un área en la que todos parecemos tener problemas de vez en cuando. Cada día, cada uno de nosotros comunica algo a alguien. Enviamos mensajes por lo que decimos y por lo que callamos, por lo que hacemos y por lo que dejamos de hacer.
Por ejemplo, si un padre decide silenciosamente dejar de diezmar de sus ingresos, está enviando un claro mensaje a sus hijos. Sin abrir la boca, está diciendo: “Niños, ustedes no pueden creer en el Señor en cuanto al dinero. Dios no es fiel para suplir sus necesidades, así que mejor será que conserven su dinero lo más que puedan”. ¿Es ése el mensaje que usted quiere transmitir a sus hijos?
Usted pudiera decir: “Bueno, en realidad no soy diezmador, pero nunca le diría a mis hijos que no se puede confiar en Dios en cuanto al dinero”. Pero usted ya ha enviado un mensaje silencioso, claro y sonoro. Lo que las personas, especialmente los hijos, ven en nuestra conducta, habla mucho más alto de lo que en realidad decimos con nuestros labios.
El apóstol Pablo sabía qué lecciones importantes comunicamos mediante nuestras acciones. Por esta razón, procuró ser un modelo de buena conducta y de valores que sus hijos espirituales imitaran (2 Ts 3.7-9).
El asunto no es si vamos o no a comunicar un mensaje. El asunto es: ¿Qué clase de mensaje está comunicando usted? Examine su vida para tratar de encontrar alguna discordancia entre lo que usted dice y hace, y elija compartir un mensaje íntegro, no dividido, con el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario