Devocional Octubre 28 de 2009
El poder del Espíritu Santo
Hechos 1.1-5
En la última semana de su vida, Jesús habló a sus discípulos acerca de lo que vendría después: tras su resurrección, recibirían un Consolador, el Espíritu Santo, quien estaría con ellos para siempre (Jn 14.16). Éste moraría en cada creyente, dándoles su poder para tener una vida cristiana victoriosa.
El Señor está dispuesto a equiparnos con su divino poder si cultivamos ciertas cualidades propias de Cristo:
• Pureza de corazón. Antes de nuestra salvación, el pecado nos separaba del Padre. Cuando recibimos a Jesús como nuestro Salvador, Dios nos limpió (Tit 3.5), nos vistió con la justicia de Cristo, y nos purificó para que pudiéramos ser su pueblo (Tit 2.14). Nuestra parte ahora es buscar la santidad para que podamos ser más como el Señor. La confesión regular de los malos pensamientos y las malas acciones trae perdón y nos purifica de injusticias (1 Jn 1.9).
• Espíritu obediente. Antes de ser adoptados en la familia de Dios, nuestra naturaleza estaba en rebelión contra su autoridad. Pero desde que creímos en Cristo, tenemos libertad del poder del pecado sobre nosotros, y la capacidad de elegir la obediencia.
Aunque nuestra vida nunca será perfecta, el Señor se fija para ver si nuestras mentes y nuestros corazones están dispuestos a seguirle. Nuestro esfuerzo sincero de obedecerle nos da el poder para hacer su obra.
Si hacemos de la santidad una prioridad, y demostramos obediencia al Señor, recibiremos poder sobrenatural para elegir hacer lo bueno. Cada día, seremos llenos de poder si nos arrepentimos de todos nuestros pecados (Sal 51.1, 2, 10), mantenemos nuestra dedicación a Dios, y seguimos la guía del Espíritu de Santo.
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