1 de noviembre de 2009

Devocional Noviembre 2 de 2009

Jehová: Nuestro Pastor
Juan 10.7-15
En el mundo antiguo, el hombre que tenía la posición más baja en la familia se encargaba de los rebaños. El pastor tenía la responsabilidad de llevar las ovejas a nuevos pastos y al agua dulce, defenderlas de los depredadores y encontrar a las perdidas cuando se extraviaban. Pero era un trabajo humilde porque era sucio. El pastor vivía con el rebaño, y dormía en la puerta del redil para no dejar salir a las ovejas, ni dejar entrar a los lobos. Era un trabajo sucio, maloliente y no apreciado.
Sin embargo, Jesús se identificó antes sus seguidores con la parte más intensa de la cultura antigua, y dijo: “Yo soy el buen pastor” (Jn 10, 11, 14). La iglesia moderna no percibe el impacto de esas palabras. Tenemos una idea “color de rosa” de Jesús como pastor.
El Soberano del universo se humilló a sí mismo, y se ensució las manos trabajando directamente con seres humanos erráticos, voluntariosos y, algunas veces, poco inteligentes. ¿Recuerda que leyó hace un momento que el pastor se ponía junto a la puerta del redil de las ovejas? Jesús hizo exactamente eso; se convirtió en la puerta para nosotros. Sacrificó su vida por el gran rebaño de la humanidad, para que todo aquel que decide creer en Él pueda entrar al redil de Dios (Jn 3.16). Una vez que estamos dentro, somos alimentados y cuidados, buscados cuando nos extraviamos, y protegidos de los enemigos.
Jesús se ve a sí mismo como el Pastor de la humanidad. Afortunadamente, somos más que simplemente un rebaño para Él. Él sabe todo acerca de cada uno de nosotros: nuestro nombre, carácter y defectos, pero nos ama con todas nuestras imperfecciones. ¿Qué mejor manera de corresponderle que seguirle donde Él nos conduzca?

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